Buscamos lo familiar en lo desconocido, mucho más que lo desconocido en lo familiar. Esta segunda búsqueda, la de lo extraordinario en lo ordinario, es propia de la madurez.
Primero lo obvio: buscar la felicidad en nuestra vida diaria, mirar lo que tenemos delante de nuestros ojos.
Hay una parte importante de nosotros en nuestro día a día. Ahí estan los resultados de nuestras elecciones, de nuestras decisiones; renegar de ello es renegar de nosotros mismos, así que, abracémoslo, plantémosle cara y recorrámoslo en busca de lo extraordinario, de lo fascinante, de los que nos hace mejores.
Primero lo obvio; lo ajeno, lo lejano, tal vez, puede, si conviene, si se da ¿porqué no?