Estábamos sentados en la orilla del día: dos poetas, absor-
tos en discusión sobre la poesía, y yo
que escuchaba calladita.
–La poesía – insistía el primero, sin gota de du-
da – es sencillez. Debemos arrancarla
de los torbellinos de lo complicado. ¡Basta de tanta opacidad!
–¡Al revés! –contrariaba el otro, con convicción no menor–.
La poesía está hundida en los bancos de arena movediza
de lo elemental. Debemos arrastrarla hacia lo hondo del
pensamiento. ¡Estoy harto de cascabillo
masticado!
La discusión se batía ora en esta y ora en la contra-
ria orilla y cada vez más espuma saltaba.
Una libélula rondó entre los dos. Sus ali-
tas traían la leve sonrisa de este día de ojos soleados,
el último del que ella disponía. Y se disparó
directo al abrazo definitivo de la noche.
La libélula para nada era sencilla, ni tampoco complicada.
Era poesía.
Blaga Dimitrova
La única referencia, la leve sonrisa de los días de ojos soleados. A partir de aquí, la literatura.
La poesía: maneras de escribir una sonrisa, que sea leve, que muestre los días de ojos soleados.
Entender lo que son, o pueden ser, estos días de ojos soleados. O no entender, simplemente vivir este día y hacer que tenga los ojos soleados.
👏👏