Maldije la lluvia que azotaba el techo y no me dejaba dormir, y al viento, maldije, que vino a robarme galas del jardín. Pero tú llegaste, y alabé la lluvia cuando te quitaste la empapada túnica y al viento di gracias porque con su soplo apagó la lámpara.
Anónimo
Ya no le molestaba ni la lluvia ni el viento, ya no estaba interesado en dormir.
La realidad cambiante.
Cuantas túnicas caídas nos perdemos por la cerrazón, por el prejuicio, por el enfado con la lluvia o el viento.
Que «tu» llegada nos ayude a entender mejor las demás llegadas, las menos obvias.