H.J.Eysenk, psicómetra que trabajaba en el Instituto de Psiquiatría de Londres partió de una especie de cóctel sobre la esencia del carácter genial que debía reunir los siguientes ingredientes: creatividad, extravagancia, obstinación, perseverancia, egocentrismo, inconformismo, entusiasmo y asocialidad.
La raíz más genuina de la creatividad es la flexibilidad de la ideación. Las pruebas que intentan medirla se llaman de pensamiento divergente.
Los psicólogos experimentales han descubierto algunas propiedades que pueden estar relacionadas con estos fenómenos. Una muy característica la llaman “sobreinclusión”. Consiste en la tendencia a la difuminación de los límites de los conceptos. A la pérdida de las separaciones nítidas de las imágenes, las categorías y las nociones.
Pero, al parecer, hay muchos más genios potenciales que los que salen a la luz. Y en este punto las cualidades de autoconfianza, egocentrismo y asocialidad probablemente son determinantes, ya que la sociedad los mira –a los genios- con una gran desconfianza. Y no es extraño que sea así: rompen los moldes por donde circula la sabiduría cristalizada y suelen tener un convencimiento tan robusto en sus elucubraciones (y un menosprecio tan ostentoso por las de los demás), que todos, o casi todos, nos sentimos insultados.
Adolf Tobeña – Sintonías neuronales
Tenemos tendencia a imitar a los sabios, a seguir sus consejos, a querer ser como ellos. Pero no ocurre lo mismo con los genios. Nos fascinan, nos provocan admiración, pero en ningún caso son un modelo para el común de los mortales. Y así debe ser. Los genios no suelen tener un comportamiento ejemplar. Sirva como ejemplo el trato que el mayor genio del siglo XX, Albert Einstein, dispensó a su primera mujer, Mileva Maric.
Cuando Roger-Pol Droit habla de los sabios, destaca como posibles mutantes de tal figura en nuestro tiempo al Mahatma Gandhi, a Martin Luther King y al Dalai Lama. Por aquí no aparece Albert Einstein, aunque de mayor parece que hizo sus pinitos como aprendiz, que inició la senda. Tampoco figura Steve Jobs, otro genio indiscutible que también tenía cierta tendencia a la sabiduría.
Los genios son personajes egocéntricos. Ideales creativos, grandes, brillantes, extravagantes habitantes de los confines de la humanidad, terreno abonado a la mitificación, estimulantes. Necesarios.